A menudo nos preguntamos por la efectividad de las dietas y el ejercicio físico. Es cierto que el secreto de mantenerse en el peso que le corresponde a tu índice de masa muscular consiste en la perseverancia a largo plazo y en la adquisición de hábitos saludables tanto en la comida como en la práctica deportiva. Pero también sucede que, en ocasiones, vivimos de promesas.

Es decir, sabemos que la regularidad y la adquisición de dichos hábitos algún día se plasmará en un aspecto físico más saludable, con el que nos sintamos más identificados y más sanos por dentro y por fuera. Pero ese «algún día» no lo percibimos durante las primeras semanas, y quizá, incluso hasta los primeros meses. Hoy en juanantonionutricion.com ¡nos ponemos en marcha!

Este estado de espera puede llevar al abandono de los hábitos saludables adquiridos, atendiendo a la poca efectividad de la estrategia llevada a cabo. La frustración puede hacerse con nuestra voluntad y llegar a la conclusión de que el ejercicio físico y los cambios alimenticios no funcionan en nuestro organismo por alguna razón.

Pronto nuestros amigos nos dirán que la grasa abdominal que se acumula en los hombres a partir de la edad de cuarenta años, y en la zona de los glúteos en las mujeres es algo natural contra lo que nada se puede hacer. Desde mi punto de vista, es importante combatir estas creencias con una experiencia que podamos vivenciar. Es decir, no a través de una promesa formulada como un pensamiento, si no cómo algo que podemos experimentar en nuestro propio cuerpo.

Además, la sensación de estar quemando calorías después de hacer ejercicio te proporcionará una actitud más activa, de forma que te mantienes alerta a los estímulos y a la vida. Sobre la alimentación mucho se ha escrito. No obstante, conviene recordar que debemos evitar el azúcar, la bollería, los refrescos y el alcohol que llevan al almacenamiento de grasa abdominal.

Recuerda también que, en general, nuestra cadena alimenticia tiene una sobrecarga de azúcares que se encuentran en la práctica totalidad de los alimentos que consumimos y que este actúa como una adicción. Es por esto que, aunque en un principio te pueda parecer que te estás perdiendo un placer, muy pronto el cuerpo, por sí mismo, empezará a dejar de demandar productos azucarados, como ocurre, por ejemplo, con el tabaco.    

Algo parecido sucede con las denominadas grasas Trans. Es decir,  los congelados, helados, aperitivos, los fritos, etc…  Por el contrario, tanto el té verde como la cafeína y los alimentos picantes, en su justa medida, nos pueden hacer estar más activos y quemar más grasas. Asimismo, conviene beber dos litros diarios de agua. Puedes quemar más calorías bebiendo agua fría, ya que el organismo la calienta una vez la consumimos.

Es conveniente consumir piezas enteras de fruta, alimentos ricos en Omega 3, como pescados ricos en este ácido graso como salmón o atún. De entre las fuentes de proteínas, recomendamos las que contiene el pollo, pavo, conejo o la soja. No ingerir proteínas en exceso ya que dañan el hígado o el riñón.

Por último, será mejor consumir carbohidratos por el día. Es decir, alimentos como patatas, verduras, arroz integral o cereales. Si eres de aquellas personas que haces ejercicio regularmente y que, sin embargo, no consigues que ese esfuerzo se plasme en una reducción de la grasa y en una mejora de tu sensación corporal, te voy a contar un secreto.

La clave no está en hacer más o menos kilómetros corriendo, nadando, o agotadoras e interminables series de sentadillas, saltos o flexiones. Sencillamente prueba, por ejemplo, a correr durante cinco minutos un poco por debajo de tu mayor capacidad. Es decir, no llegues a alcanzar la potencia y velocidad máxima que te permite tu cuerpo porque esto podría acarrear algún problema colateral, pero aproxímate.

A continuación, realiza un descanso de aproximadamente un minuto sin llegar a tumbarte ni a permanecer en reposo, sino simplemente de pie o haciendo movimientos ligeros. Reprende la marcha nuevamente con otros cinco minutos corriendo a una velocidad a la que tu consideres que estás llegando al límite de tu potencial pero sin llegar al mismo, tal y como se ha explicado anteriormente.

Realiza un descanso más de otro minuto, reanuda nuevamente la marcha otros cinco minutos y, finalmente, realiza los ejercicios de estiramiento y relajación que consideres oportuno.

Esto lo puedes hacer con ejercicios aeróbicos como el descrito anteriormente (correr, nadar o pedalear en bicicleta) o con otros ejercicios como flexiones, sentadillas, zancada o plancha. Esta secuencia hará que, una vez concluida la tanda de tres veces cinco minutos, tu cuerpo siga «trabajando». Así, durante las horas de vigilia y, sobretodo, en la noche, seguirá quemando grasa muscular, ya que esta es la orden que, de forma deliberada le hemos enviado.